Este es Pepe Marín Daza, el hermano de mi abuela, murió y desapareció en la guerra. Era de Las Menas, un pueblo de Almería, lo reclutaron con 17 años y murió con 18, en Villafamés. Hasta hace poco, mi abuela ha conservado la última carta que envió desde el frente, pero a sus casi 100 años ya no sabe dónde está. Sin embargo, conserva esta foto y la tiene pegada sobre otra, un retrato grande en la que salen mi abuela y sus hermanos ya adultos, todos tienen entre treinta y cincuenta y el pobre Pepe, que era el mayor de todos, les da un abrazo desde otra época con sus eternos 17 años. Después de la carta ya no supieron nada y su padre, mi bisabuelo Blas, se fue a buscarlo cuando acabó la guerra por todos los campos de concentración de prisioneros. Encontró a algunos amigos de Pepe, consiguió liberarlos a todos y se los llevó de vuelta al pueblo. A su hijo, sin embargo, nunca lo encontró.
Hace poco le pregunté a mi padre cómo podían siquiera sus abuelos estar vivos, cómo no estaban todo el día tristes y pesarosos. Y me respondió que la madre de Pepe puso su plato en la mesa durante años, por si volvía. Mi abuela, su hermana, creció y se casó con mi abuelo, que también tenía un hermano, Juan, que había muerto a los 17 años al volver enfermo de la guerra. El primer hijo de los dos, mi padre, se llamó Juan José, en recuerdo al hermano desaparecido de mi abuela y al hermano muerto de mi abuelo. Me puedo imaginar cómo sus tragedias los unieron hasta el punto de que en el momento más feliz de su vida, el nacimiento de su primer hijo, decidieron optar por la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario