Una Historia de historias

«Una Historia de historias» es un proyecto de memoria histórica, centrado en la materialidad de la memoria, que busca rescatar y traer al espacio público esas historias personales o familiares que no figuran en ningún libro de historia, pero que conforman la Historia de un país, reflejan las huellas y las cicatrices que esos tiempos de violencia y convulsión política dejaron en el paisaje de nuestra memoria colectiva.

27 de octubre de 2024

Volver del exilio

Esta vajilla perteneció a mi tía, la hermana mayor de mi abuela (Consultar la entrada “Huida hacia delante”). Mi tía abuela fue la primera mujer que solicitó colegiarse en un colegio de abogados de España, y la primera que ejerció. Fue muy gracioso, porque cuando ella solicitó el ingreso no encontraron en ningún estatuto que una mujer no pudiera ser abogado, y entonces, claro, se lo tuvieron que conceder, pero el papel donde se le concede la colegiatura está en masculino, porque no existía la redacción en femenino. 

Estuvo ejerciendo como abogada, y se metió en política, creo que en el partido de Blasco Ibáñez, y conoció al que fue su marido, Álvaro Pascual Leone, que también era abogado, que también se metió en política. Cuando él decidió presentarse para diputado, ella se retiró. En aquella época no se hubiese entendido que una mujer estuviera metida en política igual que su marido. Ella lo acompañaba en los mítines, y lo ayudaba y apoyaba, pero no se presentaba. 


Durante la Guerra Civil, se trasladaron a Valencia con el gobierno de la República, y más tarde a Cataluña. Tras el triunfo de los sublevados, se exiliaron a Francia. Estuvieron unos días en un campo de concentración, pero enseguida cogieron uno de los barcos que llevó a muchísimos españoles a México. Allí viajaba mi tía abuela, mi tío abuelo y mi tía, prima de mi madre, que tenía nueve añitos.


En México empezaron de nuevo, pero siendo la mitad de lo que habían sido. Mi tío juró que no pisaría España si Franco aún vivía, y aunque siempre pensó que volvería, murió antes que el dictador. Mi tía, en cambio, sí que consiguió volver.


Entonces, cuando algún exiliado solicitaba regresar (no para vivir, sino de visita), tenía que presentar tres avales, tres cartas de personas residentes en España. Evidentemente, no podían ser presos políticos o enemigos del régimen.


Esta es otra de las heroicidades de mi abuela. Por otro lado su vida fue bastante normalita, pero se vio obligada a hacer algunas hazañas como esta. Tuvo que acudir a diferentes conocidos de mi tía abuela, compañeros de instituto, amistades… Al final consiguió las tres cartas que avalaron que mi tía no era peligrosa, y que podía visitar el país. Así funcionaban las cosas. 


Con las tres cartas y el pasaporte, mi tía pudo venir a Valencia. Estuvo una temporada, vio a toda su familia, y se volvió a ir. Aún hizo dos o tres viajes más, y cada vez se tiraba aquí dos o tres meses, porque claro, un viaje tan largo y tan costoso… Venía y se quedaba una temporada, también por estar con su madre, porque mi bisabuela vivió hasta los noventa y ocho años. Yo conocí a mi tía abuela, cuando era muy pequeña. La recuerdo perfectamente cuando pasaba las temporadas largas en casa de mi abuela. Yo iba, y estaban allí las tres: mi bisabuela, mi abuela y mi tía abuela. Cuando yo tenía seis años murió mi bisabuela, y después aún tuve más contacto con mi tía abuela, hasta los diez o los doce años, cuando ella dejó de venir, porque estaba enferma y muy mayor. 


Mi tía abuela falleció en México. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario